Aquí estoy de nuevo, de vuelta a casa después de cuatro años que parecían una eternidad. Gracias por esperarme con los brazos abiertos, mamá. Este mes que se despliega ante nosotros es un regalo, una pausa en el tiempo para abrazarte y expresar mi gratitud a la familia y amigos que hacen que cada retorno sea tan especial.
Este regreso a las calles familiares es como reencontrarme con las páginas de un libro que pensé que se habían cerrado. Pero aquí estoy, escribiendo otro capítulo con las risas compartidas, los abrazos apretados y los pequeños detalles que hacen que este lugar sea inconfundiblemente hogar.
Recuerdo tus tardes tejiendo sueños en la cama y mis saltos a tu lado que llenaban la habitación de risas. Ahora, esos momentos simples se vuelven a repetir y se sienten como tesoros que atesoro con cada fibra de mi ser.
Volver a casa no es solo un regreso físico, es un regreso a mi esencia, a mis raíces. Cierro los ojos y siento la calidez de tus abrazos, la seguridad que solo tus brazos pueden brindarme. La nostalgia se mezcla con la alegría, creando una mezcla única de emociones que solo se experimenta al volver a casa.
La vida me llama de nuevo, y aunque tengo que partir, dejo aquí un «Maya ya vuelvo (por segunda vez)». Este adiós es temporal, porque sé que el amor que nos une es más fuerte que cualquier distancia. Gracias por ser mi refugio, mi hogar. Te quiero mucho, mamá, y este retorno es una melodía de amor que seguirá sonando en mi corazón mientras estoy lejos.