Mamá ya vuelvo, te lo prometo.


A veces, cuando estoy echada sola en mi cama, me pongo a ver esta foto y trato de recordar cómo se sentía abrazarte, cómo olías en ese momento, cómo tus brazos calientes encajaban perfecto en mi cintura. No extraño ese momento porque fue doloroso despedirme de ti, pero es el último recuerdo que tengo de ti, mi gordita.

Cómo no extrañar cuando volvía de la universidad, tú estabas en tu cama tejiendo, y yo de un salto a tu cama tan grande, muy grande como para una pequeñita como tú, me subía y te aplastaba toda.

Ahora entiendo por qué los bebés dejan de llorar cuando sienten el pecho de su madre; es tan simple, siempre será el mejor lugar para descansar mi cabeza, para dejar de llorar porque me siento segura, porque sé que ahí nadie podrá hacerme daño.

Sé que no te lo digo mucho, pero te amo. Te amo como jamás amé a nadie en mi corta vida, y estoy segura de que en lo que me queda de vida jamás amaré a alguien como te amo a ti.

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